«MACABROS» HALLAZGOS EN EL CONVENTO FRANCISCANO DE SAN ANDRÉS.

25 febrero, 2016 | publicado por:Óscar Tamez Rodríguez

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Lo que era la ignorancia o las ganas de desprestigiar a la iglesia (y no lo digo con afán de defenderla), pero esos restos de seres humanos no eran de ningún «crimen monstruoso realizado al amparo de corrompidos ritos eclesiásticos», eran nada más y nada menos que de los primeros pobladores que al morir pedían en sus disposiciones testamentarias ser enterrados en dicho convento y «amortajados con el hábito de san Francisco» (así mencionado en varios protocolos del Archivo de Monterrey).

Este edificio, que estuvo ubicado en la intersección de las calles de Ocampo y Zaragoza y uno de los más antiguos de la ciudad establecido a partir de 1611 como sede de la Iglesia, tuvo múltiples usos, siendo desde sitio de resguardo para los españoles durante las incursiones de indios «bárbaros», también fue punto de reunión dominical para escuchar misa, lugar en donde se les enseño a los indios las primeras letras o espacio para colocar anuncios de interés para la antigua sociedad regiomontana.

También contó con un espacio para panteón, el cual estuvo ubicado cercano a lo que actualmente es el Palacio Municipal del Municipio de Monterrey. Esta era la razón principal de los «macabros hallazgos», lo cual fue utilizado como argumento para derrumbarlo.

La fecha del periódico corresponde al año en que las autoridades carrancistas al mando de Antonio I. Villarreal derrumbaron el edificio, tal vez usando un poco el «macabro» hallazgo para justificar dicho daño al patrimonio histórico de la ciudad, que importante era ya que este lugar (si no me equivoco) se empezó a construir, como ya se menciono anteriormente, en el año de año 1611, después del traslado que se hace de la ciudad al sur para evitar las inundaciones, ya que un fenómeno este tipo en ese año había arrasado con la primitiva fundación de 1596.

Estos daños patrimoniales los seguimos viendo hasta la fecha, sitios de relevancia histórica abandonados a la suerte de que algún día se derrumben para hacer negocios con el espacio. Bajo esta perspectiva, todo el patrimonio arquitectónico de la ciudad quedará en ruinas, dando espacio a la «modernidad» que nos absorbe y nos hace poco a poco olvidarnos del pasado glorioso que cubrió a nuestro querido Monterrey.

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