La apatía, indiferencia y desinterés por la vida pública se manifiesta en las urnas en los procesos electorales. El caso de Edomex y Coahuila son representativos de este fenómeno.
En ambas entidades el ganador es el abstencionismo. En Edomex apenas se alcanzó el 49.88% de participación; en Coahuila logra el 56.35% de sufragante del total de la lista nominal.
En Edomex existen 12,739,629 ciudadanos con posibilidad de voto. A las urnas acudieron sólo 6,207,281 electores; con estos números la gobernadora electa, Delfina Gómez triunfa con 3,268,516 votos, equivalentes al 52.65% de los sufragios emitidos, pero que corresponden solamente al 25.65% del universo total en la lista nominal.
Coahuila cuenta con 2,377,934 ciudadanos enlistados en el INE con derecho a voto, sin embargo, acuden a las urnas sólo 1,302,756 electores que representan el 54.78% de electores quienes acuden a sufragar. En ese contexto Manolo Jiménez gana con el 56.65% de los votos emitidos pero que representan tan sólo el 31.17% del total de votantes potenciales.
Con los números previos obtenidos de los prep en cada entidad, lo que se deduce son dos problemas: los gobernantes electos no cuentan con la legitimidad para ser representantes populares en la entidad; segundo, existe una crisis real de participación ciudadana.
El abstencionismo en los comicios es una realidad en muchas partes del mundo, México no es excepción, en su caso es referente. En la elección de 2018 donde gana López Obrador, hay quienes hablan de gran afluencia en las urnas, los números desmienten esas opiniones, la conducta fue ordinaria, normal con respecto a otras elecciones presidenciales.
Es irrisible aceptar que una minoría defina el futuro de un municipio, estado o país, es el caso de lo que sucede en México. Entidades como Nuevo León se pueden jactar de tener amplia votación en las jornadas electorales y sin embargo, no alcanza el 60% de participaciones.
Alguien podría decir que en Edomex la falta de más candidatos que acompañen a la fórmula para la gubernatura es lo que provocó el ausentismo, en contraparte Coahuila, donde se eligieron otras posiciones, tuvo mayores motivaciones.
Excusas puede haber muchas, la realidad es que la indiferencia se impuso. Uno de cada cuatro posibles electores decidió por Delfina, pero tres de cada cuatro dijeron que no es su candidata, sea porque eligen otra opción o porque deciden abstenerse.
Es imperativo que la participación ciudadana se convierta en una realidad, urgen campañas de promoción que expliquen la importancia del voto en las elecciones, incluso estímulos laborales, salariales o de alguna índole que muevan a la gente a votar, son una prioridad.
Las consecuencias del ausentismo en las urnas se reflejan en gobernantes sin legitimidad y algo peor, abre espacios para que los partidos políticos y sus candidatos sean tentados por mapaches electorales.
Habrá que investigar si entre los pocos votos emitidos existe una amplia cantidad de votos movilizados, de ser así es más grave de lo pensado el problema democrático.
Esto podría explicar porque algunos gobiernos se despachan en grande con acciones antidemocráticas, simple, al pueblo no le importa o no dimensiona el valor de su voto.
Si la historia es potencialmente repetible, de no parar el ausentismo, hay el riesgo de volver al partido único, cuando la movilización de electores aseguraba el triunfo al candidato oficial.
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