El título de esta entrega corresponde al de un libro del mismo nombre, autoría de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en el que explican el proceso a través del cual, desde el seno de las democracias, surgen los regímenes autoritarios.
Es una explicación académica de lo mismo que hemos escrito algunos opinadores, la deformación de las democracias deriva en gobiernos autoritarios, antidemocráticos y tiránicos.
Por el año 200 aC. Polibio definió como oclocracia a la deformación de las democracias cuando abandonan la voluntad popular por un sistema de masas, por una muchedumbre amorfa quien decide cual si fuera una decisión democrática.
A fines del Siglo XX, Giovanni Sartori le llamó masacracia al mismo fenómeno donde la gente desinformada o manipulada decide la cosa pública.
Levitsky y Ziblatt, profesores de Harvard especializados en las democracias y sus crisis, realizan un análisis de la democracia norteamericana, señalan que los políticos actuales «tratan a sus adversarios como enemigos, intimidan a la prensa libre y amenazan con impugnar los resultados electorales. Intentan debilitar las defensas institucionales de la democracia…». ¡Cualquier parecido con México es pura coincidencia!
Seguramente, muchos piensan en AMLO y su mandar al diablo a las instituciones, pero no es el único referente, la crisis política actual tiene su origen en este mal.
Uno de los principales causantes de las crisis al interior de los partidos políticos es que ven a sus rivales como enemigos. Lo mismo en la contienda interna para seleccionar candidatos que en las constitucionales. El ejemplo más reciente lo vivimos en la elección presidencial, donde todos se tiraron lodo a granel.
Agregan los autores que los nuevos gobiernos autoritarios arriban por la vía de las elecciones, ya no por vía de los golpes militares.
Hoy los autoritarismos o absolutismos no requieren tanques ni disparos, utilizan «la Constitución y otras instituciones nominalmente democráticas…». Son golpismos light, lo mismo pero con menos violencia, hasta legitimados resultan.
Estos golpistas tienen el beneficio de hacer creer a la población que siguen en un régimen democrático, pues sigue habiendo elecciones, la diferencia es que poco a poco, socavan las instituciones democráticas.
En México se pueden diagnosticar varios síntomas de estos «autoritarismos democráticos». Las instituciones se han erosionado en los últimos 18 años de tal suerte que es difícil creer en la legalidad de las mismas.
En 2006 las instituciones fueron violentadas por el presidente Fox y los grupos de poder amlofóbicos quienes intervinieron de tal forma que es difícil hablar de legitimidad en el triunfo de Calderón, pero AMLO aportó al descrédito institucional, sobajó la credibilidad en el sacrificado IFE.
Esta forma de «totalitarismo democrático» –concepto personal y no de los autores– tiene el ingrediente de ser un parásito de la democracia. Utiliza las instituciones legales, manipula las leyes a su antojo y por consiguiente, hay la percepción de continuar en una democracia.
Los casos de Hugo Chávez y Maduro son ejemplo de cómo las leyes las cambian los absolutistas democráticos, señalan Levitsky y Ziblatt.
Respecto a la prensa, la advierten como una libertad de expresión simulada, donde ésta se sigue publicando, pero sobornada, al servicio del poder o sometida ante las prácticas de censura o autocensura a causa de la presión institucional y social que sobre ella se ejerce.
En México, como en EUA, esto es un síntoma evidente, lleva décadas la práctica del sometimiento de los medios de comunicación ante el poder político, ya sea por prebendas o acuerdos turbios; poco cambiará la situación de la prensa como medio en la sociedad pues el actual régimen advierte que se alinean o se les aparece el tigre.
México tiene agónica su democracia, que dicho sea de paso, está en fase terminal desde varios lustros atrás.
Hay evidencias de riesgo; obliguemos a nuestra clase política a asumir su responsabilidad con la democracia.
Mientras sigamos en la dinámica de buenos Vs. malos, de 4T Vs. conservadores, de honestos Vs. Corruptos, permanecerá la democracia maniquea, cuyos resultados pueden situar a nuestro país en un absolutismo democrático como esos de los que advierten Levitsky y Ziblatt para EUA y otras naciones.
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