La democracia es un valor de las sociedades organizadas en un régimen, es el único en donde el pueblo se convierte en soberano y decide sobre el bien común tal cual lo establece Rousseau en el Contrato Social.
La democracia moderna se sustenta en tres valores inalienables desde sus orígenes en 1717. Estos son libertad, igualdad y justicia. Recientemente algunos agregamos los derechos humanos como un cuarto valor.
Al asumir el contrato social, los ciudadanos ceden su poder a un representante quien a su vez, habla por el grupo, eso es la democracia representativa.
El representante, junto a otros representantes crea las leyes que aceptan y a las cuales se someten todos los miembros de la comunidad. Del mismo modo, el soberano, en forma directa –como en México- o indirecta –como en EUA-, elige al poder ejecutivo, para ello las leyes se aseguran no se eternice en el poder.
Romper con la soberanía popular marcada en la Constitución implica caer en un absolutismo, una tiranía o una dictadura. Por ello, un gobernante en el poder ejecutivo no puede violar ley alguna ni puede modificarlas al estilo de la «Ley de Herodes».
Todos los miembros de la comunidad democrática deben ser libres, iguales en la desigualdad y tener la garantía de recibir justicia.
El mismo sistema democrático garantiza mecanismos para proteger a los individuos de los excesos de sus representantes en los poderes ejecutivo y legislativo. Uno de los mecanismos para garantizar la justicia es la desobediencia civil.
La desobediencia civil aplica cuando los ciudadanos se unen para rechazar al derecho, es decir, cuando una ley injusta se aplica o ejecuta, el pueblo puede desobedecerla, claro, es más fácil la teoría que la práctica.
La desobediencia se presenta frente a una legislación que aplica conforme a estado de derecho pero es injusta. Ejemplos puede haber muchos, un caso es el de la mal llamada reforma educativa.
Henry D. Thoureazu, en su tratado Del deber de la desobediencia civil establece que «todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, es decir, el privilegio de rehusar adhesión al gobierno y de resistírsele cuando su tiranía o su incapacidad son visibles e intolerables».
Agrega en otro espacio Thoureau: «No es deseable cultivar por la ley un respeto igual al que se acuerda a lo justo. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en todo momento lo que considero justo».
Considero queda explicado el principio que sustenta la desobediencia -cuando el estado de derecho deja de ser justo-, algo frecuente en las leyes mexicanas derivado a que los cambios responden a intereses de grupos en el poder por sobre el bien común, definido éste por Rousseau.
Por su parte, Gregorio Peces-Barba Martínez en su ensayo Desobediencia civil y objeción de conciencia señala que «la obligación jurídica de obediencia al Derecho deriva del carácter coactivo de las normas… La obligación jurídica se basa, en un primer análisis, en el temor a la sanción, en la realización coactiva de lo prescrito en una norma que no se quiere realizar voluntariamente».
Agrega que la obediencia jurídica basada en el temor, entra con frecuencia en controversia con la carga moral y axiológica de los individuos, que cuando esta controversia es con un número alto de ciudadanos, se presenta la desobediencia.
Según Peces-Barba, para que un sistema jurídico en una democracia funcione debe estar basado en el consenso de las mayorías y que aplique el principio de que nadie debe ser sacrificado en beneficio de otro; este principio es uno de los que se rompen en la mal llamada reforma educativa.
Mucho por abundar en el tema, pero limitemos a afirmar que la desobediencia civil es un recurso del soberano frente a las malas decisiones del gobernante, sea legislador o ejecutivo.
Cobra relevancia este tema porque surge en la discusión cuando el presidente de México es quien convoca al repudio de la ley, es a él a quien se le debe protestar y no AMLO quien incite al levantamiento.
Es obvia la jugada política del ´pejesidente´, pero su papel es de gobernante y por consiguiente la resistencia civil es en contra de lo que él representa.
La desobediencia civil convocada y ejecutada por el gobernante tiene otro nombre y ese ni en sueños lo queremos para México, hace más de 100 años terminó el último régimen absolutista, dictatorial y tiránico. ¡Y lo queremos en las páginas de la Historia.
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