Dictadores democráticos

15 noviembre, 2019 | publicado por:Óscar Tamez Rodríguez

El caso de Evo Morales abre el debate sobre los golpes de Estado, las democracias y los gobiernos autoritarios amparados en la legalidad constitucional.

Evo es el mejor regalo que pudieron otorgar al gobierno de México. Con gran habilidad, a través de Marcelo Ebrard, se subió al carrito mediático y logró mitigar el fuego en tierras nacionales por motivo de las decisiones sobre seguridad pública.

Evo da un respiro a las autoridades del ámbito de la seguridad, permite salgan del ojo del huracán y reagrupen las estrategias. Gracias a que acepta el asilo político en México, se convierte en la nota, en el centro de la atención y el gobierno logra su cortina de humo, esperemos resultados de la estrategia y que no resulte en daño a la ya fatigada imagen presidencial.

Morales es lo que llamaríamos un «dictador democrático». En palabras simples, un dictador es quien llega al poder en forma no democrática, generalmente mediante golpes de Estado; no es el caso de Morales, pero se eterniza en él mediante violaciones a la ley, controla los poderes legislativo y judicial además del ejecutivo, en una palabra, es un absolutista, está por sobre la ley.

Si el dictador es quien se asume como el gran poder por sobre los poderes y la democracia es el mecanismo por el cual los gobiernos republicanos realizan la transición gubernamental y dirigen las decisiones de la cosa pública, entonces la de Morales es una «dictadura democrática».

En una república, la Constitución es la ley suprema y, por consiguiente, nadie por sobre de ella, cuando esto deja de ser, se convierte en un autoritarismo, una dictadura.

Las dictaduras democráticas pueden ser de izquierda o de derecha, ambas son lo mismo, Morales como Fujimori fueron dictadores, aunque uno sea de izquierda y el otro de derecha. En común tienen que cooptan los poderes legislativo y judicial y modifican la Constitución a modo para sus intereses personales.

Fujimori se saltó al Congreso hasta que lo disolvió, Morales aceptó reelecciones al margen de la Constitución y el republicanismo.

En una república se establece el inicio y fin de un mandato, eso es inviolable, incluso se acepta la reelección como en el caso de Bolivia, pero las reglas están definidas desde antes de que el mandatario inicie el gobierno, esto para evitar la tentación de que modifique las leyes para «hacer legal» su permanencia antidemocrática en el poder mediante reelecciones.

En el republicanismo no se trata de que el pueblo te quiera o no, que seas un buen gobernante o malo, implica el respeto a la permanencia en los cargos para asegurar no se formen dictadorzuelos.

Para Levitsky y Ziblatt en «Cómo mueren las democracias», las personalidades dictatoriales tienen en común que son intolerantes, no soportan la democracia, pues esta requiere consensos y acuerdos en la divergencia, son demagogos; agregan: «atacan a sus críticos con términos severos y provocadores, tratándolos como enemigos, como elementos subversivos e incluso como terroristas».

Para los autores citados, el demagogo, quien luego será un dictador por la vía de la imposición o la manipulación constitucional, polariza a la sociedad, «creando un clima de pánico, hostilidad y desconfianza mutua».

Evo Morales fue un dictador democrático, permaneció en el poder en forma ilegal, pero amparado en la legalidad de la Constitución reformada a modo.

Qué bueno, se le dio asilo político al dictador, pues su vida estaba en riesgo; qué malo sea él un paradigma a imitar por parte de algunos políticos mexicanos, quienes lo ven como modelo conductual a seguir.

Pudo haber sido un gran presidente, pero Evo fue un pésimo republicano y demócrata, fue un autoritario. Debemos preguntarnos si queremos a un Morales en nuestro país, otro Porfirio Díaz -sea de derecha o de izquierda-, quien bajo el amparo de hacer bien las cosas, cancele las libertades en México.

Hoy estamos lejos de una dictadura democrática, pero nos acercamos peligrosamente cuando vemos casos de abyección en los poderes legislativo y judicial ante el poder ejecutivo o casos como el de Bonilla, quien puede ser el referente de las dictaduras democráticas del siglo XXI en México.

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