El Charolazo

15 febrero, 2020 | publicado por:staff

Parece sacado de una comedia cantinflesca, a los empresarios más prominentes de México se les invitó a cenar en Palacio Nacional para emplazarlos a aportar al país, todos en forma filantrópica abrieron sus carteras.

El cuadro que vimos donde arribaron empresarios como Carlos Slim, Emilio Azcárraga y Carlos Bremer, caminando a palacio nacional como cualquier otro mexicano, en medio de tumultos de periodistas y entre el pueblo que deambulaba por la zona, parece sacado de una escena de la mente de un escritor de novela.

Convocados por el presidente López Obrador, todos acudieron a la cita.

Los invitaron a tocar su corazón y en un acto de amor al prójimo, aporten al sistema de salud para que los más pobres del país reciban medicamentos y otros beneficios más.

Fieles a su convicción humanista, al unísono dijeron sí, ofrecieron 20, 50, 100, 200 millones de pesos en beneficio de las finanzas públicas nacionales.

El ambiente cargado de simbolismos, la cena consistió en un tamal y atole, cual acarreado a mitin político, alimento representativo de las familias mexicanas en sus momentos festivos, por supuesto que servido en un jarro de barro y plato artesanal.

El presidente anunció a la mañana siguiente que todos acudieron de buena gana y con profundo amor por la humanidad se quitaron un peso de sus jugosas utilidades.

Surgen preguntas y más. El presidente, sin duda, elevará sus puntos de aceptación popular en la siguiente medición de los encuestadores. ¿Por qué entonces, nunca pudieron realizar un acto similar los anteriores mandatarios?

La respuesta de los simpatizantes del lopezobradorismo dirá que es porque AMLO es honesto y sí tiene suficiente testosterona para hacerlo, que los predecesores a él eran corruptos y tenían cola, que éste presidente sí piensa en los pobres y no gobierna para los ricos, todo puede ser cierto.

Los opositores al régimen quizá argumenten que fue un acto de extrema autoridad, una forma de represión por parte del gobierno a los ciudadanos libres, que fue un chantaje, un acto de absolutismo, la pérdida de la civilidad política, que fueron presionados, que se utilizaron estrategias de mafias, eso sólo lo saben los asistentes.

Por qué hoy brota la generosidad de los empresarios y antaño no, porque en 2020, además de pagar sus impuestos, aportan de sus utilidades y antes hasta pedían condonaciones vergonzantes de sus impuestos.

Pareciera que un secreto, que un pecado del pasado les obligó a aceptar sonriendo.

Será que en algún lado está la información la cual revela que el dinero donado al pueblo más pobre es peccata minuta frente a excesos de otros tiempos.

En democracia no se pueden permitir los actos de autoridad, aunque esto sea para bien; recordemos que el gobierno sólo puede aquello que la ley le permite.

Urge abatir la brecha entre riqueza y pobreza, somos una nación de desequilibrios y desigualdades, tenemos un 10% de mexicanos quienes se quedan con el 60% o más de la riqueza producida; aproximadamente un 50% de la llamada clase media, quienes se distribuyen el 30% del producto interno y el 40% de los mexicanos quienes luchan por una migaja del 10% de lo generado.

No puede ser que Slim obtenga las ganancias equivalentes a 3 o 4 millones de mexicanos, esto es surrealismo puro.

No puede ser que mueran pacientes de cáncer por falta de un medicamento y en una parranda algunos derrochen millones de pesos. ¡Ese México no puede seguir!

Sin embargo, la desigualdad extrema no justifica un acto al estilo Robin Hood, Pancho Villa o Chucho el Roto; la democracia debe tener mecanismos para contener los excesos de los poderes.

Deben contenerse los excesos del poder económico, el cual aparenta haberse servido con pala en las décadas pasadas, no con cuchara, excesos que los pueden llevar a enfrentar a la justicia por irregularidades financieras, excesos por acuerdos oscuros con el poder público. También deben acotarse los excesos del gobernante porque podemos transitar a un estadio de la sociedad, el cual nadie quiere.

Falta saber si los empresarios podrán deducir su donativo ante Hacienda, pues entonces su filantropía ya no lo es tanto.

Falta saber por qué el gobierno debe «pasar báscula» a los ciudadanos para cubrir sus compromisos; no importa si los salteados son los más ricos, no es aceptable en una democracia.

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