Dialogando con un amigo periodista, me hace notar que el uso del cubrebocas puede ser un símbolo de la transformación que vivimos a causa del coronavirus Covid-19.
En principio suena abstracto, pero eso es un símbolo, una representación abstracta que refleja una forma de pensar, sentir, creer, vivir, incluso llega a identificar toda una ideología política o religiosa.
Una cruz identifica al catolicismo, así como dibujar un pez representó a los primeros cristianos según algunos historiadores de época. La esvástica a 80 años de su uso como símbolo político-ideológico sigue representando a lo peor de una sociedad, sigue estigmatizando a los nazis y neonazis.
En ese contexto, el cubrebocas es un símbolo que identifica a la nueva modernidad mundial surgida a fines del 2019 y sin definición para su culminación.
Los símbolos tienen por función transmitir significados complejos o abstractos, cuya densidad resulta difícil de resumir en el lenguaje cotidiano, cita un portal en la web.
Además de abstractos son contextuales, requieren conocimiento previo de lo que representan, tienen intencionalidad y establecen una carga emocional en el grupo social que lo identifica, aquí cobra sentido entender al cubrebocas como un símbolo de identidad.
El cubrebocas, es abstracto, hay incluso representaciones en emojis de caras con cubrebocas el cual se utiliza como mensaje de cuídate, quédate en casa y más. Tiene esas connotaciones porque en las diferentes sociedades del mundo actual se entiende el cubrebocas como símbolo para enfrentar la pandemia, como la principal arma contra el contagio en espacios públicos, según se nos ha introyectado por los expertos.
Es tal su penetración social que a pocos importa el material del cual se fabrica, la calidad o estética, portarlo es sinónimo de inclusión en la sociedad actual, sea regiomontana o cualquier parte del planeta.
Forma parte de la moda, encontramos diseños diversos y sobre todo, no portarlo en público es motivo de exclusión para la persona no portadora.
Es un símbolo con múltiples alcances en la personalidad de los individuos, con todas las implicaciones que conlleva entenderlo como objeto de identidad en la pandemia.
Tiene una motivación por parte de quienes lo impulsaron a nivel mundial, incluyendo el interés por controlar, infundir emociones concretas o establecer conductas preconcebidas en la sociedad.
Hugo López-Gatell apareció apenas el 25 de mayo con cubrebocas en su rueda de prensa, siendo el responsable de las acciones contra la pandemia, es significativo que jamás lo portara, incluso en videos filtrados en su actividad cotidiana.
La respuesta del funcionario público es que el uso del protector no previene en un 100% los contagios, ni impide en su totalidad, la posibilidad de contagiar a otros por parte de alguien enfermo.
Esto obliga a establecer preguntas para las cuales no encuentro respuesta aún. ¿Quién difundió su uso con valor profiláctico? ¿Cuál es el interés de las fuerzas de poder para meterlo como símbolo de esta pandemia?
El final de la segunda década del siglo XXI y el inicio de la tercera se recordarán en la historia como los momentos del cubrebocas, la etapa cuando un pedazo de tela en el rostro al entrar a un banco deja de ser sinónimo de criminalidad para entenderse como adecuado entre la sociedad.
Como todo símbolo, el cubrebocas conlleva una carga de manipulación, identidad social, un metalenguaje y, sobre todo, la intencionalidad de quienes los difundieron como el elemento para marcar a este tiempo nuestro.
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