Las democracias del siglo XXI están atrapadas por los populismos, la desigualdad en las democracias de los últimos 40 años ha incubado a los líderes populistas, lo mismo Donald Trump que Andrés Manuel López Obrador o los correspondientes de Colombia, Brasil, Guatemala y otras naciones incluyendo europeas.
Ante la ineficiencia democrática para equilibrar la relación entre libertad e igualdad, se produce un caldo de cultivo que fomenta el enojo en amplios sectores de la población en las naciones.
Álvaro Aragón Rivera en un capítulo del libro “Populismo y declive democrático”, cita a Vallespín y Bascuñán para establecer una definición de populismo.
El populismo es una acción política, cita el autor, la cual surge ante cambios radicales de tipo económico, social o políticos. Es el caso que podemos ver en los países donde en la última década se ha asentado este virus de las democracias.
No hay sello de propiedad para esta nociva práctica, lo mismo la pueden ejercer los llamados de izquierda que los de derecha o incluso los autodefinidos como apolíticos o ajenos a las ideologías tradicionales.
El populismo es de causas y no propiamente de ideologías, éstas últimas matizan sus incursiones populistas en la democracia desde su particular visión ideológica. Es tal, que puede surgir otra corriente antagónica si logra enarbolar una supuesta causa popular que provoca la ira de las masas.
En EUA, el populismo de Trump fue xenófobo, recordemos que su primera campaña política la concentró en atacar a los migrantes mexicanos, los indocumentados a quienes acusaba de causar el quebranto económico en muchas familias norteamericanas, a tal que los mismos hispanos votaron por esas ideas populistas.
El problema era la crisis económica en ese país y su repercusión en las familias a las cuales empobreció. Un candidato de las élites, de extrema derecha, emplea el populismo con tintes xenófobos y encuentra en los miles de migrantes el enemigo perfecto para unificar a ese pueblo lastimado por la economía.
En México vivimos el populismo de Vicente Fox del primer sexenio en el siglo XXI, surgido desde la derecha mexicana, su estrategia centra el discurso en la crisis política provocada por un régimen en caducidad, el desenlace es conocido por todos.
Andrés Manuel López lanza una campaña electoral populista durante 12 años (2006-2018), para continuar con ese discurso en el tiempo que lleva su mandato presidencial.
El populismo, asume al pueblo como una masa homogénea que se opone a las élites en una confrontación abierta y que genera polarización; es antiélites y antipluralismos, trabaja sobre las emociones y su operación se da bajo la concreción y simplificación de los problemas de una sociedad (Aragón Rivera). Trabaja su verdad como la verdad y culpa a la democracia por incubar la desigualdad que daña al pueblo.
Es sencillo de instrumentar en países como México donde las desigualdades son extremas. Los ricos tienen mucho y los pobres son muchos. La cultura es mucha en unos cuantos y la masa está segregada de ella. La política la ejerce un grupo y los muchos están excluidos. La inseguridad mata principalmente a pobres. La justicia tiene dos puertas de acceso, la “VIP” y la ordinaria para millones de mexicanos.
El problema de los populismos es que manipulan, confrontan, dividen y promueven la cultura de los buenos contra los malos donde atentar contra los últimos es aceptable por ser los culpables de los males.
Los populismos destruyen las democracias porque los populistas son refractarios a las opiniones diferentes a la suya. ¿Conoce algún populista?
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