Circuló el lunes por la tarde un «wikivideo» del reality » Destilando Crudo», protagonizado por el primer corruptor, perdón, actor; Emilio «El billetes» Lozoya, quien se encuentra recluido en su mansión disfrutando la paz del confinamiento.
Disculpen lo hiriente o irónico al usar un apodo, pero, si no fuera real, pensaríamos que es una comedia barata esto del juicio al testigo protegido Lozoya.
El video se ofrece como prueba de cómo alguien fue al Senado acompañado de una maleta cargada con billetes de $200 y $500 con destino a senadores panistas.
El miércoles reciente hay la filtración de las declaraciones en 63 páginas en las cuales expone una crónica bien descrita –en términos de crónica informativa– desde la cual denuncia hechos y personajes por delitos como corrupción, uso de recursos ilícitos para campañas y otros más que se desprenden de las acusaciones.
En la página 4 de la declaración sellada por la Fiscalía General de la República el 11 de agosto del 2020 a las 10:10 horas hay un relato «inculpador» en el cual señala es Luis Videgaray quien le instruye a nombre de Peña Nieto, pedir a Luis Welly, representante de Odebrecht, que aporte la empresa dinero a la campaña del PRI.
Escribe «El billetes», perdón Lozoya, protagónico de » Destilando Crudo»: «Yo le pedí a Luis Welly que apoyara la campaña y/o precampaña de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República y que para tales efectos Odebrecht aportara $6,000,000.00 (SEIS MILLONES DE DÓLARES AMERICANOS)».
Antes de proseguir con el guión de «Destilando Crudo», es importante recordar que en el sistema penal acusatorio hay elementos por cuidar bajo el argumento de respetar los derechos humanos a los acusados mientras no son sentenciados.
No se puede ventilar públicamente el expediente ni las acusaciones bajo el supuesto de entorpecer la «justicia» al incitar los linchamientos e influir en la opinión pública pues pueden declarar culpables a los acusados aun antes que lo haga la justicia.
Son muchos los casos de aplicación de «justicia» por linchamiento público a inocentes, recientemente fue incendiada una persona en Puebla, acusada de secuestrador o violador por una turba enardecida.
Lozoya debe probar sus declaraciones para que sean pruebas testimoniales del caso; su sólo dicho no es prueba; de ser así, cualquiera podría denunciar a otro para meterlo en la cárcel; eso convertiría al Estado mexicano en anarquía, una tierra sin ley, un estado fallido o un sistema cuasidictatorial donde el gobierno en turno utilice la «justicia» para reprimir a opositores políticos.
Lozoya agrega: «Le dije a Luis Welly que esa petición venía directamente del entonces candidato Enrique Peña Nieto y que Odebrecht se vería beneficiado cuando ganare. Él me dijo que lo veía bien…». Hasta este momento del texto, hay una acusación directa por posible lavado de dinero, dinero ilegal a una campaña y asociación delictiva contra Welly, Videgaray y Peña, pero todo por voz de Lozoya.
No hay inocentes y dudo que alguno de los inculpados lo sea, pero de ello a que se ventile un expediente para que se juzgue en los medios y con la opinión pública en forma a priori, hay una gran distancia.
Somos una nación de leyes, derecho y justicia o somos un pueblo al estilo del viejo oeste donde la turba ejercía «justicia» bajo el argumento del borracho del pueblo.
Lozoya es un delincuente en proceso, sus dichos son los de alguien fuera de la moral pública mexicana; sin pruebas, sus palabras son como las del coyote inculpando al perro de comerse a las gallinas.
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