En casa de los Domínguez se fragua la conspiración insurgente, la cual, al descubrirse adelanta los tiempos; entre la madrugada y amanecer del 16 de septiembre de 1810; el párroco de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla convoca a la población para levantarse en contra el gobierno virreinal.
Grandes debates a favor y contra el Padre de la Patria, como se conoce a Hidalgo, los detractores le acusan de no ser un cura convencional, de disfrutar el trago, juegos, bailes y hasta romances, ciertas o no las acusaciones no empañan la grandeza de sus arrestos para enfrentar al poder.
Quien escribe sobre los rasgos en la personalidad de Hidalgo es Lucas Alamán, ultraconservador pro monarquía, rival de Hidalgo en política y no sé si el cura le haya ganado alguna partida por lo cual, Alamán profundizó en contra del insurgente al escribir en su «Historia de Méjico».
Se deben repensar las intenciones y la veracidad en las afirmaciones de Alamán sobre Hidalgo, las fobias personales pueden haberse plasmado en su escrito, aunque esto es tan subjetivo como las aseveraciones del historiador y cronista de la época insurgente.
Repasar la vida insurgente de Hidalgo se obliga. El 30 de julio se alcanzaron 209 años de su ejecución en Chihuahua, a donde fue trasladado luego de la aprehensión junto a Allende, Aldama, Jiménez, Abasolo y el gobernador del Nuevo Reino de León, Manuel de Santa María, entre otros, en la emboscada orquestada por Ignacio Elizondo, el 21 de marzo de 1811, en las Norias de Acatita de Baján
Se dirigían a Norteamérica a negociar armas y otros apoyos para el levantamiento, llevaban con ellos una carga de plata para los pertrechos que desapareció en su arresto.
Carlos Herrejón Peredo en «La Ruta de Hidalgo» (2012) establece que es el lunes 4 de marzo de 1811 cuando Hidalgo llega a Saltillo y se hospeda en la casa del tesorero Royuela y el 5 de marzo pensaba el líder insurgente declarar la total independencia de España.
Escribe Herrejón (apoyado en cita de Lemoine en su libro a Morelos, p. 235) «Hidalgo, contra el autonomismo de Allende, reafirma su convicción de buscar la independencia absoluta: «altamente indignado con los tiranos, iba a romper cuantos lazos había estrechado a esta parte de América con su metrópoli, declarándose por artículo primordial su total independencia del trono de los borbones»».
La cita es relevante porque despeja otras dudas sobre el actuar del cura respecto al autonomismo o independencia. Algunos historiadores le han acusado de que, en su grito en Dolores, arengó: ¡Viva Fernando VII! Entre otros elementos que le dejan como tibio frente a la soberanía nacional.
Si él o Allende defendían la autonomía y no la independencia total, no es negativo en sí mismo, debemos contextualizar los momentos antes de emitir juicios de valor sobre los hechos históricos.
Fernando VII, rey de España, tenía casi dos años de captura por parte de Napoleón Bonaparte; las cortes de Cádiz trabajaban en la edificación de una monarquía constitucionalista, se defendía la autonomía de las provincias europeas y las de ultramar veían la posibilidad de recibir un trato igual de provincia al de las europeas.
Es lógico pensar que los primeros insurgentes buscaran igualdad de trato por parte de la monarquía y la iglesia y que fueran endureciendo el discurso hacia la independencia total a medida que el movimiento cobraba fuerza.
Ante la urgencia de paradigmas a reproducir, es oportuno dimensionar los aportes de los personajes en la historiografía nacional.
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