La gaviota dejó a su palomo, bueno, doña Angélica Rivera anuncia su separación del expresidente Enrique Peña Nieto (EPN), real o mentira, se valida que aquello fue una boda arreglada para que semejara una novela tipo hadas y princesas.
El asunto cobra relevancia porque hace unos días EPN apareció en unas fotos junto a quien definieron como su novia, la modelo Tania Ruiz de 31 años, aunque no hay una sola imagen donde se vean en currumacos o apapachos.
Como dijo un compadre, qué coraje lo de Peña, me irrita verlo con su nueva novia, al preguntarle el motivo de su indignación, respondió que era por envidia.
Sobre la filtración de la relación de EPN y Tania; ante la falta de evidencias y el obvio rompimiento de la gaviota, surge el sospechosismo de que todo sea un montaje armado, es decir, que el affaire es auto filtración para que el desenlace sea el natural: una ofendida esposa.
Creo no tiene algo que ver su vida amorosa con la pública, salvo que produzca inestabilidad emocional, por lo que todo debiera ser solo anecdótico.
EPN no es el primero y quizá tampoco el último que legitima su aspiración presidencial en unas nupcias y al acabar su trabajo termina su vínculo amoroso.
En los últimos casi 50 años en México hemos tenido 9 presidentes. Luis Echeverría Álvarez el primero de ellos, casado con doña Esther Zuno con quien vivió hasta la muerte de ella y con quien procreó suficientes hijos para tener un partido de basquetball. Una relación de pareja estable y sin mayores sobresaltos.
A Echeverría le sucedió su padrino de bodas, José López Portillo, quien llega a la presidencia casado con doña Carmen Romano, una pareja sui géneris donde los deslices de JOLOPO fueron motivo de los corrillos del café en su sexenio.
Al final de su sexenio, concluye su matrimonio y consuma públicamente su relación de pareja con la entonces actriz, Sasha Montenegro, bella europea quien le sobrevive y que fue causa de fricciones entre los hijos del expresidente y ella por temas de maltrato al político mexicano.
A JOLOPO, le sucede Miguel de la Madrid Hurtado, hombre de la cultura quien se caracteriza por la mesura en su vida privada. Llega a la presidencia casado con doña Paloma Margarita Cordero Tapia, con quien convivió hasta su muerte.
Pareciera que en los vaivenes de la política donde cada 6 años se cambia la visión del país, también cambia la personalidad de los matrimonios que habitaban –ya no habitan- los Pinos.
A de la Madrid le releva Carlos Salinas de Gortari, joven presidente a quien se le vinculó en las grillas de café con una guapa actriz de los 90´s de nombre Adela.
Llega a la presidencia casado con Cecilia Occelli González quien fuera la primera dama entre 1988 y 1994. Vinculado en los corrillos con diversos amoríos, al término de su mandato se divorcia y casa con Ana Paula Gerard con quien aún vive y tiene una familia estable.
Ernesto Zedillo Ponce de León llega y termina casado con Nilda Patricia Velasco Núñez, mujer con estudios de postgrado con quien además de compartir la vida, compartió la academia en sus años previos a la presidencia y quienes aún viven casados. Un presidente sin fama pública de ojo alegre o de quien se hablaran deslices durante o posterior a su mandato.
Le siguió Vicente Fox Quezada, político que llega sin título universitario y divorciado a la presidencia, el primero sin pareja oficial y de quien se sabían sus amoríos con su jefa de prensa, Martha Sahagún comunicóloga con la cual, en los primeros años de la presidencia se casa y formaliza la relación. Permanecen casados y comparten el rancho Fox; sobre ellos se habló por aquellas fotos en la muralla china presumiendo su amor en botas de charol y por los supuestos embrujos utilizados para “atrapar” al vaquero guanajuatense.
Felipe Calderón y Margarita Zavala son una pareja sin sobresaltos en su vida conyugal, actualmente se apoyan en los proyectos políticos y familiares.
EPN parece ser fue un presidente hecho en la tele, si acaso sirve de consuelo, el mexicano es mejor actor que Ronald Reagan o Arnold, el termineitor, ambos políticos surgidos de la pantalla grande también.
Podremos acusar a Peña de muchas cosas pero nunca de malos gustos. ¿O, sí?
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