La generación que comenzó a laborar en actividades formales a partir de 1994 o 1995 y las subsiguientes, tiene frente a sí el desolador panorama de pensiones miserables, insuficientes para sostenerles la vejez.
Oficialmente el uno de julio de 1997, nacen las AFORES; previo a ellas existió en el servicio público federal el Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR), cuentas individualizadas de los trabajadores; con ello desaparece el sistema de pensiones que operaba desde los años 40´s en el país y surge la propuesta de “ráscate con tus uñas”.
Las AFORES son, en palabras no técnicas, cuentas individualizadas para cada trabajador en donde el patrón deposita un porcentaje conforme al salario de cada trabajador y el gobierno federal otro monto.
Queda la opción de que el trabajador incremente su cuenta individual con aportaciones voluntarias, algo así como hacer su cochinito. Por supuesto que esto dependerá de unos pequeños detalles como: a) que el salario sea lo suficiente que permita el ahorro, b) que el trabajador tenga la cultura del ahorro y c) que entienda el proceso financiero de su cuenta de ahorro.
En los 26 y medio años que llevan funcionando las AFORES, el salario se vio depreciado hasta los recientes tres o cuatro años en que el incremento ha sido amplio aunque insuficiente como para pensar en el ahorro.
El actual gobierno federal presume que los incrementos al salario mínimo han sido en magnífico porcentaje, esto es parcialmente cierto o una expresión tramposa pues si bien el salario mínimo se ha incrementado en el sexenio de la 4T, la inflación ha superado los dos dígitos, me refiero a la inflación real, la de la microeconomía, no la de los números maquillados en las cifras oficiales.
Los alimentos básicos, la luz, el gas, la gasolina y otros productos de uso diario, básicos o no, se han disparado a tal que el salario mínimo es imposible para sostener a una familia de matrimonio y un hijo.
Además, el incremento ha sido en forma oficial al salario mínimo, no necesariamente a otros rangos salariales de los llamados sectores medios.
Pongamos un ejemplo: un maestro promedio gana actualmente entre 12 y 15 mil pesos, esto corresponde a menos de dos salarios mínimos mensuales. Cuando surgió la carrera magisterial, en los noventa, se hablaba de un salario profesional mínimo para los maestros de cinco salarios mínimos. Así de clara está la depreciación del salario entre los docentes.
Vayamos a profesionistas de otras áreas, un salario para un recién egresado o con poca experiencia se centra entre 12 y 18 mil pesos, de nuevo, un rango de dos salarios mínimos.
Visto que es imposible ahorrar para los trabajadores, la crisis de las AFORES es real y una bomba de tiempo a detonar entre cinco a diez años. Un trabajador que gana 20 mil pesos mensuales y por años atrás (en el supuesto que ese sea su salario registrado oficialmente y por el cual el patrón deposita a la cuenta) estaría recibiendo en el mejor de los casos el 60% de su salario actual, es decir, poco más de un salario mínimo.
Las AFORES causaron crisis en Chile, país donde se operaron antes que en México; son un proyecto inviable para una sociedad que envejece rápidamente pues no garantizan una pensión digna durante toda la vida del pensionado, ni tampoco la seguridad social del servicio médico.
Sin la politización electoral de 2024 ni los discursos mañaneros, es urgente que el tema entre en la agenda de los candidatos presidenciales pues nos encaminamos a ser un país de viejos, pobres, enfermos y sin esperanza en la calidad de vida.
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