El arribo de Francisco I. Madero a la presidencia de México y su muerte son hechos estrechamente vinculados al embajador de Estados Unidos (EUA) en turno: Henry Lane Wilson.
Madero huye el 6 de octubre de 1910 de San Luis Potosí hacia San Antonio, Texas. Es entre el 8 y 10 de ese mes que se firma el plan con el nombre de la ciudad potosina.
Juan Sánchez Azcona escribe en el capítulo «El Plan de San Luis» del libro colectivo «Francisco I. Madero ante la historia», que el plan no se firmó en San Luis sino en San Antonio, Texas cuando estuvo a salvo Madero, sin embargo, por su trascendencia para la patria, siempre se ha mantenido como verdad oficial que fue redactado, firmado y emitido en San Luis Potosí.
EUA brinda protección, asilo -no formal-, refugio y hasta recursos a Madero entre octubre de 1910 y mayo de 1911; sin los vecinos del norte no habría sido posible el derrocamiento de Porfirio Díaz, al menos la historia sería otra.
Es el mismo vecino quien influye en el derrocamiento y muerte del Apóstol de la democracia; su embajador Henry Lane Wilson, fue forjador del crimen concretado el 22 de febrero en 1913.
Madero asume parcialmente el poder del país a partir de la renuncia de Porfirio Díaz sin embargo, deja a Francisco León de la Barra al frente del gobierno federal, un personaje gris y resentido quien provoca la inestabilidad sobre la cual toma protesta como presidente en noviembre 6 de 1911, ya escribiremos sobre este personaje porfirista.
Una vez envestido de presidente, Madero debe conciliar con las fuerzas diplomáticas, principalmente el representante de la principal potencia en América.
Martín Luis Guzmán en su capítulo «Henry Lane Wilson» del libro «Francisco I. Madero ante la historia», afirma que el norteamericano aborrecía al coahuilense.
El embajador, en su soberbia del cómo veía a los mexicanos, consideraba débil a Madero y por ello, alguien a quien manipular para capitalizar intereses personales; afirma Guzmán que llegó a sentirse procónsul de EUA.
Según el autor, Madero comunicó a sus ministros que en la visita realizada a la casa de Wilson, la esposa de éste, pidió que «el gobierno de México auxiliara al embajador con algún negocio, algo que le produjera unos cincuenta mil pesos anuales, pues el sueldo de representante de la Casa Blanca no bastaba…» (pág. 65).
El presidente reusó al chantaje del diplomático y es ahí donde inicia el resentimiento del norteamericano contra el gobernante mexicano. «El presidente no se mostraba dispuesto a consentir en lo que Wilson pedía…» escribe Guzmán (Ídem).
Wilson esperaba a un presidente timorato, sometido a su autoridad como representante de la potencia que se expandía hacia el mundo; su personalidad no soportó la humillación de ser rechazado en sus ambiciones personales por el presidente mexicano.
Con sólo 2 meses entre el primer informe que Wilson enviado al Secretario de Estado Knox, donde aseguraba que el gobierno de Madero era una maravilla; envía un segundo reporte en el cual señala: «hierve el descontento, sobre todo entre las clases elevadas y cultas, que son, al fin y al cabo, las que han de mandar en este país». (pág. 67).
Lo que terminó por destruir la maltrecha relación entre Madero y Wilson, fue su petición de diciembre de 1912 al presidente electo Woodrow Wilson para que quitara a Henry Lane Wilson de la embajada por ser no grato para México.
El diplomático conspiró contra el mandatario; sus intrigas no habrían prosperado, pero sucedió algo recurrente en la historia nacional: la ambición de algunos los lleva a traicionar. Su envilecimiento los hace cometer crímenes como el acontecido contra quien tuvo sólo un pecado: creer que la democracia y la mano amable son soluciones en tiempos de rudeza y conflicto.
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