En México peligra su incipiente democracia, padecemos inicios de la oclocracia o masacracia como le han llamado algunos clásicos, peor aún, terminar en una tiranía por causa del autoritarismo.
En la columna “Política e Historia” publicada el pasado 2 de diciembre donde hablamos de las masas y cómo es recurrente confundir a éstas con el pueblo, concluimos con la explicación donde los clásicos señalan el peligro de la deformación democrática.
En la democracia griega del período clásico, los pensadores reflexionaron sobre el peligro de la democracia mal conducida, la manipulada por los grupos de poder. Al respecto escribieron entre otros, Platón y Polibio. Ya en el siglo XX, Ortega y Gasset escribió sobre la rebelión de las masas y Giovani Sartori sobre la masacracia. Hoy algunos hablan del peligro en las redes; en todos los casos aluden a la deformación de la democracia por causa de las masas.
Alrededor de 400 años aC. Platón señaló en “La República”, las formas de gobierno posibles en una sociedad: monarquía, aristocracia o democracia. Siendo un idealista que fundaba su jerarquización en la virtud y sabiduría de los hombres, estableció que la monarquía era la mejor forma de gobernar siempre y cuando el monarca fuera una persona con las dos cualidades requeridas (virtudes y sabiduría) porque ambas lo hacen justo.
Señalaba a la aristocracia como la forma adecuada de gobernar las sociedades pues ésta se conformaba de los mejores hombres: los buenos, capaces, sabios y justos.
La democracia era la peor forma de gobierno entre las formas buenas o adecuadas. Su punto de partida se centraba en considerar que, cuánto más fueran las personas en tomar decisiones, más fácil sería que se corrompieran por la ambición de riqueza o poder.
Señalaba Platón que la aristocracia se deformaba y llevaba a la oligarquía, una forma de gobierno deformada pues los ricos pretenderían obtener mayores riquezas.
La democracia por su libertad llevaría invariablemente a la anarquía, la cual da como resultante que los mismos individuos pidieran la tiranía para contener el desorden, pues parten que la represión aniquila la anarquía, claro, no dimensionan que también pueden ser sujetos reprimibles.
Polibio, 200 años después de Platón escribió que toda forma buena de gobierno tiene su contraparte y que la monarquía siendo buena, puede entronar a un tirano, la aristocracia se deforma en plutocracias u oligarquías y la democracia deriva en el gobierno de masas: la oclocracia.
La oclocracia es una manifestación de anarquía, de decisiones tomadas en la ignorancia, la manipulación y el interés individual que termina por convulsionar a las sociedades donde se implanta disfrazada de democracia, transitando inevitablemente hacia la tiranía, un círculo vicioso que destruye a la democracia: oclocracia-tiranía.
En el siglo XX diferentes pensadores retoman las deformaciones en la democracia, dos clásicos imperdibles son José Ortega y Gasset y Giovani Sartori. El primero de la primera mitad del siglo y el segundo a fines del mismo.
Ortega y Gasset establece en “La rebelión de las masas” que el desarrollo y crecimiento de los grupos sociales, lleva a los individuos a la abulia, al individualismo exacerbado y el egoísmo de pensar en su bienestar solamente. Con estas características pretenden tomar decisiones públicas, de interés colectivo; así volvemos a las masas individualistas que anteponen el bienestar personal.
En síntesis, la masa es individualista y egoísta. La masa movida por hambre, pobreza, exclusión, es tan perniciosa como la oligarquía.
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