El domingo debemos votar, con las precauciones que conocemos y conscientes que serán más lentos los procesos, pero no despreciemos nuestro derecho.
La democracia representativa surgida con las revoluciones francesa y norteamericana se basa en el voto para elegir representantes y administradores dentro del Poder Ejecutivo.
Siempre damos prioridad a los cargos de elección al Poder Ejecutivo; sin embargo, el que debiera importarnos es el legislador, sea al congreso local, federal o senado.
En el Siglo XX, se avanza arrebatando al partido hegemónico los espacios para la oposición, el máximo logro se da cuando a fines del siglo se dan signos de apertura a la libertad de expresión.
La democracia no es el gobierno de las mayorías, esa definición está rebasada. Representa la administración de la cosa pública a partir de los disensos y hasta llegar a los consensos. El camino para transitar esos 180 grados es uno: la inclusión de las minorías en la toma de decisiones propuestas por las mayorías.
No sumar a las minorías significa gobernar sectariamente, para unos cuantos, con exclusión.
La democracia funciona gracias a la pluralidad y la confrontación de las ideas políticas; cuando esto deja de ser, se vuelve plutocracia, autocracia, monarquía, tiranía, dictadura, cualquiera de las formas referidas, menos democracia.
En una sociedad democrática no existen buenos ni malos, sólo formas diferentes de entender, concebir y resolver los conflictos y avances sociales. Desaparecer a los diferentes significa aniquilar a la democracia. Un demócrata gobierna conciliando a los iguales y desiguales.
Debemos salir a votar, es nuestro derecho como ciudadanos y un compromiso con la sociedad, es donde signamos el contrato social pues definimos cuál es el rumbo que queremos de las instituciones de gobierno.
Aun perdiendo la opción por la cual votamos, expresamos la presencia de una minoría que difiere con las mayorías, eso obliga a atender nuestra forma de conceptualizar a la sociedad.
¿Cómo llegamos al 6 de junio?
Según la lista nominal al 15 de abril del 2021, el INE reporta somos 93 millones 935,039 electores en el país, de ellos, 45 millones 286,481 hombres y 48 millones 648,558 mujeres. Según el Censo 2020 del Inegi, somos 126 millones 014,026 mexicanos, de los cuales el 74.54% somos ciudadanos con derechos electorales.
En Nuevo León habitamos 5 millones 784,442 nuevoleoneses; de ellos, 4 millones 189,684 estamos registrados en la lista nominal; de éstos, 2 millones 094,954 hombres y 2 millones 094,730 mujeres.
¿Del universo total, cuántos estimamos salgan a votar? En el mejor de los casos, estimo una votación del 51% de los electores en la lista nominal; es decir, 2 millones 136,738 votantes.
Si revisamos el histórico de participación, encontramos que la elección con mayor participación es la de 1997, con 63.57% de asistencia en las urnas; la de mayor abstencionismo desde que la CEE registra estadísticas es la de noviembre de 1991 con 39.75% de participación.
Entre las elecciones a gobernador (1997, 2003, 2009 y 2015), el promedio de participación es de 57.70% del total de la lista nominal. Las elecciones donde ha influido el presidente López Obrador (2006, 2012 y 2018) promedian un 58.13% de participación entre los nuevoleoneses.
Como se ve, en las elecciones a gobernador y aquellas donde influyó la imagen de López Obrador la participación promedio es de 57.91% de votantes.
Considerando la pandemia, sus consecuencias y el posible repunte de contagios Covid-19, es poco probable que acudan más del 51% de los electores en la lista nominal a las urnas el próximo domingo 6 de junio.
Sea usted uno de los votantes de esta histórica elección.
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