Zapat-itos

17 diciembre, 2019 | publicado por:Óscar Tamez Rodríguez

La pintura utilizada en el Palacio de Bellas Artes para conmemorar con gran retraso el año de Zapata desató filias y fobias; logra el objetivo de marketing, pero a un precio que quizá sólo el tiempo nos diga su costo histórico y social.

En el 2019 se cumplieron 140 años del natalicio y 100 de la muerte de Emiliano Zapata Salazar.

Un pintor, quien supongo, de gran prestigio como para merecer un espacio entre la obra pictórica dedicada a Emiliano Zapata, estigmatiza la imagen del caudillo revolucionario. Su irónica obra opaca las 140 restantes.

Cabe preguntar a Héctor Carrizosa y otros artistas plásticos, quienes han dedicado parte de su obra a retratar al caudillo del sur, sus apreciaciones sobre la distorsionada imagen con la cual representan al símbolo agrario entre 1910 y 1919.

El cuadro donde lo exponen con cuerpo femenino, zapatos de tacón y montado en un caballo en celo abre el debate sobre lo que es la libertad artística y los derechos humanos de los que debiera gozar quien está juzgado por la Historia.

No vive Zapata para aprobar o repudiar la pintura, ese derecho se lo arrogan sus descendientes, pues es la memoria del morelense la que entra en juego.

El caudillo popular, en vida, mostró apertura a la diversidad sexual, más en su biografía reseñada por múltiples historiadores y novelistas, jamás se deja ver en él, un perfil homosexual, lo que ubica en condición de insulto a su memoria, la pintura en Bellas Artes.

Lejos está el mes de mayo de 1990 cuando a Juan Gabriel se le boicoteó su ciclo de presentaciones en Bellas Artes por dos causas: ser artista popular y ser homosexual. La obra a debate cumple estos dos aspectos.

Más distante cuando se vetó al «Loco» Valdés por su broma de «Bomberito Juárez».

La fuente conocida que habla de una relación homosexual de Zapata es de Amadita Díaz Quiñones, hija de don Porfirio, el dictador, quien siendo esposa de Nachito de la Torre Mier, escribiera en su diario haber encontrado a Nachito revolcándose con su entonces caballerango morelense: Emiliano.

Cierta o falsa la información no hay otros datos fidedignos.

El caudillo era receptivo a la homosexualidad, entre sus cercanos había homosexuales y una mujer lesbiana, pero de eso a que sea homosexual o bisexual hay gran distancia, en todo caso, era de avanzada en materia de derechos humanos.

La polémica pintura no mancha a Zapata, afecta la memoria histórica y los valores que el gobierno de la 4T pretende transmitir a los mexicanos, salvo que en el interés por reescribir la historia, se incluya distorsionar la imagen de personajes emblemáticos en la historiografía mexicana.

El traje de charro es representativo del mexicano en el mundo entero, uno de sus máximos exponentes es Zapata. Esta vestimenta proyecta la vida dura y varonil del hombre en el campo, sin que ello signifique homofobia u otra adjetivación de moda.

Quizá el mensaje de presentar en el máximo sitio de la cultura en el país a un Zapata homosexual sea como apoyo a la reconstrucción de la historiografía nacional, con lo cual al rato podremos tener a los personajes históricos de la 4T como Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas; desfigurados del concepto histórico que de ellos se tiene.

¿Qué va a pasar si se reescribe que Juárez fue un vendepatrias? ¿Seguirá representando la filosofía de la 4T? ¿Es mensaje velado de lo que puede ser el actual gobierno?

Una cosa es el revisionismo histórico y otra la difamación histórica de un artista.

Lo mismo sucedió con Moctezuma II en los siglos XVI al XIX donde se le pintó como debilucho, temeroso, cobarde y en pleno siglo XXI resulta difícil cambiar la imagen del emperador mexica.

¿Será el comienzo para reescribir la historia de la dictadura de Díaz y así vender la idea de que un dictador no es perjudicial para México?

En política nada es casual y el uso político de la historia siempre está presente en los gobiernos del mundo, pues con ella se ideologiza al pueblo, se suman adeptos y destruyen adversarios.

Zapat-itos, como ha de llamarse el cuadro, no sólo es tema de brochazos o plumazos históricos, es un asunto del uso político de la historia.

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