El Uso político y social de la historia

23 abril, 2015 | publicado por:Óscar Tamez Rodríguez

El Uso político y social de la historia

*(Ponencia presentada el 15 de noviembre de 2014 en el Centro Cultural Colegio Civil de la UANL en el marco del 5° Congreso Internacional de Historia, organizado por el Centro de Estudios Regionales Históricos de la UANL.)

Autor. Óscar Tamez Rodríguez

“El saber histórico prepara para el gobierno de los estados”. Polibio

Para nadie es secreto que a través de los tiempos quienes detentan el poder, utilizan la historia y a los historiadores como instrumento para validar sus hechos. Igual lo hacen los políticos desde el poder público que empresarios y demás grupos de poder utilizan el quehacer historiográfico como forma de legitimación, de validación o de consolidación del poder particular o de grupo. Al respecto (Florescano, 2012, pág. 21) dice: “Desde tiempos remotos los pueblos acudieron al recuerdo del pasado para combatir el paso destructivo del tiempo sobre las fundaciones humanas; para afirmar solidaridades asentadas en orígenes comunes; para sancionar el poder establecido; para respaldar con el prestigio del pasado vindicaciones del presente; para fundamentar en un pasado compartido la aspiración de construir una nación; o para darle sustento a proyectos disparados hacia la incertidumbre del futuro”.

Atendamos la cita de Florescano. Sus palabras seguro nos trasladan a un sinnúmero de discursos políticos donde innumerables citas atribuidas a personajes históricos llenan de alegorías el mensaje que se pretende justificar. Lo mismo lo hacen grupos de poder político en el poder que quienes aspiran a él.

Basta recordar que las fracciones políticas se subdividen en dos grandes grupos ideológicos: Izquierda y derecha; partiendo de ello, es frecuente escuchar que los seguidores de una u otra ideología recurren a la historia para sustentar sus dichos. Si en México eres simpatizante de la izquierda seguro en tus discursos remitirás a grandes liberales como José Ma. Luis Mora, a Ignacio Ramírez y por supuesto, al mismo don Benito Juárez García. Por su parte, los seguidores de las ideologías de derecha, reivindicarán sus luchas en grandes personajes históricos antagónicos a la izquierda, así entonces, encontramos fervientes trazados que justiprecian los méritos heroicos de personajes como Santiago Vidaurri, Agustín de Iturbide y el mismo Porfirio Díaz Morín.

Claro está que desde los posicionamientos político-ideológicos, los debates incluyen reconocer la validez histórica de algún autor en particular y el desprecio de otros autores.

A la caída del régimen priista del siglo XX y con la llegada de los gobiernos panistas en la primera década del siglo XXI la utilización política de la historia fue más evidente. Florecieron autores diversos interesados en desvirtuar la “historia oficial” y reconstruir “su verdad histórica”. Para ello fue recurrente ver que los historiadores anti oficialismo acudían a la denostación de los personajes de la “HISTORIA OFICIAL” como argumento de posicionamiento de sus personajes históricos antagónicos.

La razón de manipular o versificar la historia es una; Florescano lo dijo: “para sancionar el poder establecido; para respaldar con el prestigio del pasado vindicaciones del presente”.

Así encontramos que en los lustros pasados se buscó a toda costa asegurar que el verdadero padre de la Independencia Insurgente fue Agustín de Iturbide por el hecho de alcanzar el tratado de Iguala, firmar el Acta de Independencia y asumir el Imperio Mexicano.

Como si aprovechar las coyunturas políticas, bélicas y estratégicas del momento convirtieran a Iturbide en Insurgente; como si de un plumazo quedara en el olvido la cacería que realizó desde el realismo en contra de la insurgencia. Nadie puede negar su presencia en la construcción del México Independiente, pero de eso a Padre de la Independencia como algunos buscan posicionarlo es un exceso.

Igualmente podemos citar otros autores como Juan Miguel Sunzunegui a quien tuve el gusto de entrevistar en abril del año 2011 por motivo de su libro: “El Héroe y el Villano” donde contrasta las figuras de Juárez y Díaz. Entre sus excesos Sunzunegui aseguró en su obra que “Si Juárez viviera sería panista”; lo antes a partir de los posicionamientos progresistas del Benemérito de las Américas y donde el autor aseguraba que era equiparable ver a través del lente del siglo XXI, los hechos de la segunda mitad del siglo XIX.

Finalmente el mismo Sunzunegui reconoció que su libro tenía excesos y que si pudiera reescribirlo trataría de evitar esa tendencia anti juarista. Sin embargo, el libro ahí está, es un texto histórico cargado de versificaciones, de elementos de tendencia justificados en el hecho de que “todo lo que es anti oficialista se vende”.

Es cierto, si queremos que una mentira o una verdad a medias se vuelva “la verdad” debemos recurrir a tres o cuatro pasos que nunca fallan: ASUMIR POSICIONAMIENTO ANTAGÓNICO A LA VERSIÓN OFICIAL. Así que decir que la historia vigente es falsa o manipulada permite manipular y convencer, permite utilizar eso de agarrar la cartera del vecino y luego gritar atrapen al ladrón. Otro paso es UTILIZAR UN VOCERO CONFIABLE. En ese sentido, el grupo en el poder durante las primeras décadas del siglo XXI utilizaron plumas con carga ideológica antagónica. El tercer elemento es DIFUNDIR EL RUMOR QUE DESPRESTIGIA. Así que, se toman elementos de la personalidad de los personajes históricos y bajo el argumento de “desmitificarlos” se pulveriza su prestigio, como si con ello, la grandeza de sus hechos históricos fuera determinada.

Así Sunzunegui nos dice que Juárez sería panista y que firmó tratados neoliberales con EUA. Lo explica en el contexto actual y lo descontextualiza del momento histórico en que se vivieron los hechos, con ello, el rumor cobra fuerza.

Por qué políticos e historiadores habrían de tener interés en construir una versión paralela de la historia oficial. (Florescano, 2012, pág. 23) Lo explica: “La memoria histórica forma la identidad en una perspectiva temporal, une al pasado con el presente y al hacerlo absorbe los temores o peligros que provoca el cambio temporal en el desarrollo de los individuos y los grupos”.

Temporalicemos lo dicho hasta este momento. La historia y el quehacer historiográfico son utilizados con fines políticos. Lo mismo ha hecho el PRI con los grandes movimientos revolucionarios de México como lo hace el PAN con versiones anti históricas como las que hemos compartido de Iturbide y Juárez. No son los únicos. Tenemos a AMLO, quien por cierto no se ha ido a la Chingada –su rancho en Tabasco-, quien recurre a emblemas, símbolos y personajes históricos para sustentar su proyecto político. Así utiliza el águila republicana como habla de “justa medianía” en clara alusión a Benito Juárez.

Vaya, los movimientos anárquicos que actualmente asolan algunos sectores del país no pierden momento para hablar del PRI-Gobierno-represor. En evidente alusión al suceso histórico de 1968. Saben que reviviendo en la memoria colectiva el suceso encabezado por Gustavo Díaz Ordaz se vacunan de los actos de autoridad del Estado Mexicano. Es incluso, como algunos analistas lo hemos señalado, buscan su mártir que dé bandera al movimiento ilegal que abanderan. Debo señalar que no discutimos la legitimidad de la lucha de las 43 familias afectadas por el alcalde perredista de Iguala. Pero de eso a violentar el país el trecho es enorme. Veamos como la historia tiene su raja de utilidad política. Vaya, el gobierno mismo es víctima de ese uso político de la historia pues en la memoria del priismo el miedo latente al otro 68 está presente.

Aún más, los políticos no sólo utilizan la historia, también la escriben, buscan dejar plasmada “su verdad” de los hechos para los tiempos futuros. Así tenemos a AMLO escribiendo una serie de libros que bien son narrativas históricas de su parcial visión de la política. “Alamán al escribir su Historia de México buscaba una justificación en el pasado para implantar el modelo económico y político del grupo conservador al que pertenecía; lo mismo sucede con Lorenzo de Zavala o el Doctor Mora: se concibe a la historia como instrumento de justificación para la implantación de políticas concretas…” (Gallo, pág. 77).

He aquí uno de los grandes peligros de la historia como investigación para la sociedad. Quienes buscan utilizar la historia también pretenden implantar o imponer su lado de la verdad, su posición frente a los hechos históricos, su propia visión ideológica histórica.

Regresemos a los elementos históricos. Luis González en su ensayo “De la múltiple utilización de la Historia” en el libro “Historia ¿Para qué? Establece divisiones de la historia, entre ellas se refiere a la historia reverencial, pragmática, monumental o ejemplarizante; Luis González le llama a este tipo de historia que tiene como finalidad exaltar los hombres del poder y mitificarlos, convertirlos en hombres a reverenciar; a este tipo de historia le llama “historia de bronce”.

Como dice el autor citado, la historia de bronce “es la preferida de los gobiernos” (González, pág. 67), agrega, “es la historia pragmática por excelencia”, entre sus características dice “recoge los acontecimientos que suelen celebrarse en fiestas patrias, en el culto religioso, y en el seno de las instituciones; se ocupa de hombres de estatura extraordinaria; presenta los hechos desligados de causas, como simple monumentos dignos de imitación”. (González, pág. 64)

Como vemos, la historia es utilizada por la política y por los políticos, entendiendo política y políticos como poderosos, como quienes influyen en los espacios donde se toman las decisiones.

El mismo González nos explica que es esta historia de bronce, la que busca exaltar a los hombres extraordinarios, a los del círculo rojo o de influencia en el poder; la historia que se emplea en “la educación pública como elemento fundamental en la consolidación de nacionalidades”, agrega “se usa como una especie de predicación moral, y para promover el espíritu patriótico de los mexicanos”. (González, pág. 65).

Sinteticemos estas últimas aportaciones. Tenemos que la historia se utiliza en la política y por los políticos desde dos vertientes. Por un lado, los políticos que quieren dejar su memoria para la posteridad y pretenden escribir “sus visiones” de los hechos históricos, y los políticos o gobernantes que recurren a la historia de bronce, a la historia magnánima para aleccionar, ideologizar o infundir su concepción de nación a las generaciones en formación.

Revisemos ambos enfoques o utilizaciones políticas. Sobre el uso de la historia por parte de los políticos que quieren imprimir su propia verdad histórica. Podemos encontrar en los pasillos de las librerías un elevado número de autores y títulos que han escrito sobre momentos concretos de la historia presente. Por citar un ejemplo de uno de los políticos que más han recurrido a utilizar la historia como elemento político tenemos a AMLO.

En una de sus más recientes publicaciones llamada “Neoporfirismo, hoy como ayer”. AMLO ejemplifica este defecto de cómo los políticos pretenden manipular la historia para influir en la sociedad. En la presentación del mismo, López Obrador expresó: “El libro reflexiona sobre la entidad de los mexicanos y nos explica un pasado que toda (sic) luces nos paralizó. “Neoporfirismo, Hoy como ayer” es una prueba contundente de que los sexenios que hoy nos aquejan son el regreso a los errores de los que por lo visto nada aprendimos”. (López, 2014). Igualmente encontramos esta manipulación política de la historia en la presentación que hizo del libro en comento Lorenzo Meyer: “Este libro no es de un historiador, sino de un personaje político que busca claves en el pasado de México para entender el conjunto de los grandes temas o más bien de los grandes problemas que caracteriza nuestro presente”. (López, 2014). Nada más relevante para entender el uso político que se le da a la historia por parte de los políticos y los historiadores quienes congruentes a su ideología personal, encuentran en la historia una función político-partidista. El tiempo no lo permite, pero si citáramos a Elena Poniatowska veríamos la misma manipulación de la historia con tendencia ideológica a favor de una corriente política en particular.

En el caso de Poniatowska y de Meyer, encontramos cómo los historiadores o literatos buscan en la historia elementos que den validez y vigencia histórica a sus verdades.

Un ejemplo más de cómo se recurre a la historia para acreditar el presente lo tenemos en el entonces presidente Fox quien tomó como estandarte la figura histórica de Francisco I. Madero con la cual, daba sentido histórico a su tendencia político-partidista. Basta recordar que su bandera política fue la democracia, llegando al extremo de hablar “del imperio de la democracia”.

Al final recapitularemos estos puntos, ahora pasemos aunque sea con menos profundidad a explicar la relación dialéctica entre historiador y sociedad

Para dimensionar el uso social de la historia debemos entender tres grandes componentes que conforman la investigación histórica como tal. Estos tres grandes componentes son el historiador como sujeto de la misma realidad que se acerca a un segundo componente que es el hecho histórico o también conocido como objeto de estudio del historiador y el tercer gran componente es la sociedad misma donde se desarrolla el hecho histórico y sobre el cual actúa el historiador al realizar investigaciones científicas históricas.

A partir de lo anterior debemos entender que el historiador, al investigar un hecho como tal transforma la sociedad como resultante de su acercamiento a un hecho histórico determinado.

Veamos un ejemplo de lo anterior. Un servidor se acercó recientemente al momento histórico en que el Congreso de Anáhuac escribe la primer Constitución mexicana. En ese momento y derivado de los resultados, se plantea que Nuevo León le debe reconocimiento y agradecimiento al Siervo de la Nación pues es el primer legislador por Nuevo León.

A partir de este momento la realidad histórica y el devenir social y político que conlleva el hecho como tal, implica un cambio en la sociedad nuevoleonesa.

Miguel Ángel Gallo señala que “La investigación histórica es, si la concebimos como una actividad científica, un proceso dialéctico de conocimiento en el que existe amplia interrelación entre el sujeto (historiador), su objeto de estudio (el proceso a estudiar), y el conocimiento (producto de la investigación).” (pág. 65).

El historiador es actor y consecuencia de la sociedad en sí misma, su objeto de investigar es afectar a la sociedad, influir sobre ella. Retomando a (Gallo) diremos que el historiador, siendo él mismo un individuo social es producto de la historia y la sociedad, por lo que desde esta dualidad en la que se encuentra inmerso, debe aprender a analizar para alcanzar resultados de su investigación.

Expliquemos un poco más, en el momento mismo en que el historiador se entiende como sujeto social con finalidades de transformación del conocimiento de la sociedad misma, en ese sentido está dando un uso social a la historia, una utilidad de la historia para el futuro.

Sirva la siguiente cita para dar claridad a lo antes explicado. La historia “se escribe también para criticar una sociedad y plantear la necesidad de cambiarla”. (Gallo, pág. 77) En una palabra, la historia es utilizada socialmente para transformar la sociedad misma.

A manera de conclusiones

Como vemos, la historia es utilizada por la política y por los políticos, entendiendo política y políticos como poderosos, como quienes influyen en los espacios donde se toman las decisiones.

Cuando hablamos de personas de poder nos referimos a todos aquellos que tienen, en mayor o menor capacidad, influencia en el rumbo de la sociedad. Así encontramos a los políticos, los gobernantes, periodistas o dueños de medios –fundamentalmente los electrónicos-, empresarios, representante de las iglesias y más recientemente, los representantes de grupos de la sociedad civil organizada.

Sin embargo, a quienes más frecuentemente se les vincula con poder e historia es a los miembros de los grupos políticos, ya sea en gobierno o en tareas partidistas. La finalidad de ellos es convalidar a través de la historia sus actuares públicos; justificar éticamente sus decisiones de impacto social.

Es pertinente recapitular que el uso político que los políticos y sus organizaciones dan a la historia va en dos vías: por un lado, recurrir al pasado para justificar sus actuaciones, enmarcarlas en algún momento histórico o recurrir a figuras históricas, íconos de la historia para establecer similitudes, nexos históricos y con ello establecer o encontrar virtudes a sus decisiones públicas. El otro momento es utilizar a la historia como herramienta a futuro, establecer validaciones que “ante el juicio de la historia” su actuar público no se vea contrario a la voluntad social.

He aquí uno de los grandes peligros de la historia como investigación para la sociedad. Quienes buscan utilizar la historia también pretenden implantar o imponer su lado de la verdad, su posición frente a los hechos históricos, su propia visión ideológica histórica.

Finalmente, debemos tener claro que el historiador y la sociedad quedan en una relación dialéctica a través del hecho social que se convierte en histórico.

Que gracias a la historia, la sociedad encuentra una explicación a su acontecer presente y puede dejar vestigios que en el futuro serán históricos.

Asimismo, solo agregar que es legítimo el uso político de la historia, sin embargo, los historiadores tenemos una obligación inevitable con las generaciones futuras de cuidar que en esta utilización no caigamos en el peligro de reescribir o reinventar la historia cada que un poderoso necesita validar su propia visión ideológico-político-histórica.

Referencias Bibliográficas

Florescano, E. (2012). La Función Social de la Historia. México, DF: FCE.

Gallo, M. A. (s.f.). Qué es la historia. México, DF: Quinto sol.

González, L. (s.f.). De la múltiple utilización de la historia. En C. Pereyra, Historia ¿Para qué? México, DF: Siglo XXI.

López, O. A. (03 de octubre de 2014). http://lopezobrador.org.mx. Obtenido de Portal de AMLO: (http://lopezobrador.org.mx/2014/03/17/presenta-amlo-su-nuevo-libro-neoporfirismo-hoy-como-ayer/)

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