Rosario, ¿fin o medio?

17 agosto, 2019 | publicado por:Óscar Tamez Rodríguez

Las acusaciones contra Rosario Robles no derivan de una cacería de brujas o persecución política, ya en 2018 fue denunciada junto a Pepe Meade por desvío en los recursos públicos de Sedesol, donde ambos fueron titulares.

La apertura de una carpeta de investigación contra quien fuera la súper secretaria en el sexenio de Peña Nieto es resultado del destape de una cloaca en la que funcionarios de la dependencia por ella dirigida realizaron desvío de recursos en los cuales se involucraron instituciones académicas, al menos eso dijo la Auditoría Superior de la Federación.

En su momento, el jefe de Chayito le ofreció tranquilidad, “no te preocupes Rosario”, fueron palabras de aliento y apoyo por parte de quien debía convocar a una exhaustiva investigación para deslindar responsabilidades.

Las palabras de Peña Nieto debieron acompañarse de auditorías transparentes, investigaciones minuciosas abiertas al público donde el nombre de Robles quedara limpio, pero no fue así, se redujo a una expresión que más pareció complicidad e impunidad por sobre la legalidad.

AMLO y su gobierno enfrentan una crisis en su imagen, las mañaneras no prenden, no convocan a marcar la agenda informativa de los medios, la falta de proyectos contundentes, la crisis económica existente, la creciente inseguridad, la carestía en la vida de los mexicanos y el incremento en la criminalidad, entre otros factores, tienen en condición de riesgo al ejecutivo.

Este opinador lo dijo hace meses: para el gobierno del presidente López Obrador era urgente perseguir y atrapar a los corruptos, mandar el mensaje a los mexicanos de que en realidad se busca un cambio en el paradigma del servicio público.

Cualquier experto en manejo de crisis para la comunicación política recomendaría al gobierno federal salir de la burbuja en la cual se encuentran él y sus funcionarios. La estrategia a recomendar es la utilizada: atacar a la corrupción. La táctica puede ser en dos vías simultáneas o siguiendo una de ellas: encarcelar a los “guachicoleros” y quitar el dinero a los enriquecidos con los dispendios del sexenio pasado.

La estrategia se ha seguido, lo mismo que la táctica de perseguir supuestos corruptos, pero los procedimientos de operación han fallado.

Por momentos parece ser EPN el objetivo y para ello buscan la ruptura de lealtades, las traiciones al interior del grupo perseguido.

El caso de Rosario obliga a preguntar si ella es el medio o el fin; es decir, si se pretende que ella pague por sus pecados de corrupción –si es que los cometió y en su caso hay pruebas– o si el interés es presionarla junto a otros para que denuncie e inculpe a quien otrora le dijo “no te preocupes”.

Rosario Robles puede volverse caso emblemático de la actual administración, el problema es que se ha operado con más resentimiento que legalidad.

El arresto y reclusión de Chayito en un penal fue un exceso de ese odio referido, la acusada jamás dio muestras de pretender huir, siempre enfrentó la justicia y defendió su causa; incluso a ella no le acusan directamente de corrupción, sino de encubrirla o no denunciarla, que, aunque parece lo mismo, son jurídicamente cosas distintas.

Circula en redes la versión de que el juez quien ordenó su internamiento es sobrino de Dolores Padierna, esposa de René Bejarano, operador de AMLO en tiempos donde éste fue candidato al gobierno de la Ciudad de México y quien es recordado por pedir las ligas al recibir dinero ilegal.

El caso se devuelve en descrédito para el ejecutivo federal; ya sea por desagravio personal, por hacer un flaco favor al mandatario, por instrucciones recibidas o hasta por interpretar con excesivo rigor la justicia, lo cierto es que para muchos no debió ser encarcelada la exfuncionaria en este momento y eso desacredita al ejecutivo.

Quizás el apuro por distraer la atención pública del entorno del primer círculo en el gabinete provocó desaseo en la operación.

Faltan capítulos por escribir en la llamada “Estafa Maestra”, pero, si Chayito Robles resulta exonerada, inocente o sin culpa por falta de pruebas, la carga del problema se revertirá.

¿Habrán medido las consecuencias de usar a Rosario como medio de popularidad?

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